Juan Paulo Roldán – Crisis en la frontera: Algunos desafíos que enfrenta la migración en Chile

En pleno siglo XXI, es necesario preguntarse si vivimos hoy en una sociedad más igualitaria que antes, si se ofrecen más oportunidades de crecimiento a los migrantes o simplemente se les recibe para contar con mano de obra barata y de fácil recambio, considerando sus necesidades de integrarse rápidamente a la economía del país de destino.

A nivel internacional, la mayoría de las personas migran por motivos laborales y consiguen empleos que no son realizados regularmente por los habitantes del país de destino, debido a sus bajos salarios y precarias condiciones contractuales.

En pleno siglo XXI, es necesario preguntarse si vivimos hoy en una sociedad más igualitaria que antes, si se ofrecen más oportunidades de crecimiento a los migrantes o simplemente se les recibe para contar con mano de obra barata y de fácil recambio, considerando sus necesidades de integrarse rápidamente a la economía del país de destino.

En este nuevo orden global, la noción de Estado-Nación del siglo XIX entra en crisis y las fronteras ya no representan un límite claro que permita controlar ordenadamente la llegada de los migrantes. Algunos circulan por tierra sobrepasando las políticas de ordenamiento territorial y seguridad, superando las aduanas fronterizas y el control policial. Este inesperado intercambio cultural impacta posteriormente en la noción de identidad nacional en los países y nos lleva a replantear la noción tradicional de los actores estatales en el contexto de las Relaciones Internacionales.

Durante los últimos años en América Latina se confirma una disminución reciente de los flujos de inmigración dirigidos a los tradicionales países extrarregionales (Estados Unidos, Canadá y España), una pérdida de importancia relativa y absoluta de la inmigración proveniente de otras regiones –salvo Asia- y un crecimiento y mayor dinamismo de la inmigración interregional.

La salida de personas desde países de América Latina está relacionada con un modelo de crecimiento basado en una desigualdad estructural que genera empobrecimiento y mayor vulnerabilidad concentrada en determinados sectores económicos. Un segundo elemento son las crisis económicas y políticas específicas que enfrentan distintos países y que producen salidas importantes de personas en periodos acotados de tiempo. En la región destaca la crisis humanitaria que enfrenta Venezuela, lo que lleva a que se duplique la cantidad de emigrantes que salen de este país durante los últimos años.

La migración internacional ha sido un componente esencial en la historia demográfica de América Latina y el Caribe. La mayoría de los países ha recibido importantes flujos migratorios a lo largo de los siglos XIX y XX, mientras que actualmente constituye una región de emigración neta.

Algunos factores que explican este dinamismo son el endurecimiento de las políticas de seguridad y control en los países del norte, lo que ha propiciado el surgimiento de algunos países “anfitriones” dentro de la región latinoamericana como Chile y el avance en los procesos de integración económica y política, generando condiciones favorables para el movimiento y residencia de personas al interior de la región.

De acuerdo a estadísticas de la CEPAL y la OIT, en 2016 la región de América Latina y el Caribe sufrió el mayor aumento de la tasa de desempleo urbano de los últimos dos decenios. Si bien este aumento, del 7,3% en 2015 al 8,9% en 2016, fue resultado, en buena parte, del bajo desempeño del mercado laboral brasileño, la mayoría de los demás países de la región también presentaron un deterioro de sus mercados laborales.

En esta misma línea, la llegada de emigrantes hacia Chile se ha incrementado desde 1995 y en especial a partir de 2001, donde el país se posiciona como uno de los principales destinos en el concierto sudamericano, considerando las elevadas condiciones de seguridad para ingresar a los países del hemisferio norte luego del atentado del 11-S y la profunda crisis económica y política que se produjo en Argentina.

De acuerdo a datos del INE y siguiendo la tendencia internacional al alza de la migración sur-sur, la emigración latinoamericana a Chile se ha cuadriplicado en números absolutos desde la llegada a la democracia, pero desde el año 2001 se enfatizan ciertas particularidades, como una fuerte presencia femenina, indígena y, más recientemente, afrodescendiente.

Según datos otorgados por el Servicio Jesuita a Inmigrantes, el 80% llega a Chile con el objetivo de trabajar. La mayoría son mujeres y jóvenes. Un 46% de los inmigrantes tiene entre 15 y 44 años.

La población es más escolarizada que el promedio de chilenos llegando a más de 12 años de estudio, cifra que en promedio en Chile es de 10 años. El 75% de nuestra inmigración proviene de América Latina, un 38% desde Perú, un 13,5% de Bolivia y un 13% de Colombia. El 69,1% de los inmigrantes que llegan a Chile se instala en la Región Metropolitana, el 6,6% en Antofagasta y Tarapacá y un 5,5% en la región de Valparaíso.

Aquellos flujos con presencia importante de población afrodescendiente coinciden con las mayores tasas de rechazo, siendo los haitianos y, en segundo lugar los dominicanos, aquellos que son rechazados con mayor frecuencia en el ingreso.

Entre los inmigrantes que llegan a Chile es particularmente complejo el acceso a un contrato de trabajo, a la salud pública y a una vivienda social, donde una gran cantidad se instala en campamentos o asentamientos informales.

La Encuesta Nacional de Campamento realizada por el Centro de Investigación Social de TECHO Chile registró que en Arica el 27,5% de la población que habita en los campamentos es inmigrante, el porcentaje es incluso más alto en Antofagasta, donde representan el 33%.

Mientras los campamentos aumentan en regiones como Antofagasta, la tendencia es a la baja en la mayor parte del país, incluida la Región Metropolitana de Santiago. Sin embargo, la precariedad habitacional allí muestra otra faceta: el hacinamiento.

Las condiciones habitacionales deplorables que enfrenta la población haitiana, por ejemplo en Santiago, en ocasiones son peores a las de sus ciudades de origen.  Ciertamente, este aspecto motiva las principales críticas que esta población dirige a la sociedad chilena, donde identifican discriminación y abusos, especialmente hacia ellos como afrodescendientes. Relatan pagar arriendos más caros y recibir a cambio peores condiciones habitacionales.

A nivel latinoamericano y especialmente en Chile se aprecia que la migración representa una importante oportunidad de desarrollo cultural. Los flujos de emigrantes no sólo se van incrementando, sino que también diversificando en los países de origen, favoreciendo la construcción de una sociedad más heterogénea, donde se requiere ofrecer mejores oportunidades de inclusión y crecimiento personal.

Sin embargo, se presentan una serie de desafíos: mejorar la normativa interna de migración (que data de 1975); disponer de opciones que mejoren los empleos, disminuyan el endeudamiento y aumenten la provisión y calidad de los servicios educacionales, salud y vivienda.

Hoy existe población inmigrante altamente excluida y esto se acrecienta cuando su situación migratoria no se encuentra regularizada. Sin embargo, incluso cuando cuentan con visados y permanencias regulares, siguen siendo vulnerables a abusos y a discriminación por parte de una sociedad que no los reconoce plenamente como sujetos de derechos. Hoy se convive con ellos, pues se les reconoce como útiles para el modelo económico, pero sin duda aquella relación es frágil y mañana no está claro cómo se avanzará hacia su verdadera integración.

Juan Paulo Roldán Gómez

Magíster en Relaciones Internacionales, PUCV. Socio del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso.

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