Crisóstomo Pizarro y Esteban Vergara – El gran conflicto del siglo XXI: entre el nacionalismo ciego y el cosmopolitismo vacío

“… la constatación del surgimiento de nuevos nacionalismos xenofóbicos no nos debe desanimar en nuestra búsqueda de una sociedad cosmopolita en la cual podamos conciliar los rasgos identitarios del nacionalismo con la moral universal en que descansa el ideal de la sociedad cosmopolita. Como dice Ulrich Beck, un nacionalismo sin la aceptación de una moral universal  es un nacionalismo ciego y un cosmopolitismo que no reconozca lo identitario es un cosmopolitismo vacío”.

Factores condicionantes de la violencia

El siglo XX ha sido el más violento de la historia de la humanidad, especialmente entre 1904 y 1953. El historiador británico Niall Ferguson atribuye esa violencia a la conjugación  de tres factores: conflictos étnicos, inestabilidad económica y la decadencia de imperios, entre los que sobresalen, por ejemplo, el francés, alemán, japonés, austrohúngaro y británico.

Con respeto al primer factor es necesario recordar que a inicios del siglo XX existía una proliferación de doctrinas raciales y tensiones entre grupos étnicos que finalmente provocaron hechos tan aberrantes como el genocidio armenio, el antisemitismo y el Holocausto, la extrema crueldad de las luchas intestinas en la ex Yugoslavia y la expulsión de alemanes étnicos al término de la Segunda Guerra Mundial desde Europa Oriental y los Balcanes, como respuesta a las políticas de reasentamiento y limpieza étnica desarrolladas por la Alemania Nazi durante esa guerra.

El factor étnico guarda una semejanza con lo que observamos hoy: los movimientos antiinmigración que han surgido en diferentes partes del mundo, incluso en Chile se fundan en la creencia que la llegada de extranjeros alteraría la composición étnica de la nación y sus tradiciones y  pondría  a los nacionales en una posición de vulnerabilidad. El costo de la protección a los inmigrantes se traduciría en una disminución de los beneficios que el Estado podría otorgar a los connacionales. La expansión y afianzamiento del desarrollo de nacionalismos extremos  – que  probablemente tratarán de llevar la cohesión y el control policial a su máxima expresión mediante el empleo de nuevos medios tecnológicos – urge preguntarse por los factores que favorecen ese tipo  de fenómeno.

El segundo y tercer factor, la inestabilidad  económica e imperios decadentes – este último podría asociarse a la actual declinación del poder hegemónico de los Estados Unidos -, cobran gran importancia cuando    nos preguntamos por los  procesos  condicionantes de los actuales flujos migratorios. La crisis migratoria, en efecto, está fuertemente asociada al  desmoronamiento de la economía-mundo capitalista según el análisis de larga duración hecho por los cultores de la macrosociología histórica. Además, otros autores tales como Piketty y Roubini han pronosticado graves problemas económicos para el futuro. Por ejemplo Piketty ha señalado que la economía-mundo capitalista crecerá a tasas no superiores al 1% o 1,5% anual en el largo plazo, y   Roubini ha pronosticado una recesión global para 2020.

Actualmente se estarían agotando las fuentes principales de acumulación de capital debido a tres hechos importantes: el primero es la imparable ola en favor de la democratización del sistema  que se opone a la reducción de sus condiciones de vida. Esto afecta profundamente no solo a los sectores más pobres, sino que también a la clase media. El segundo es la falta de competencias de las zonas centrales del sistema para externalizar los costos sociales y ambientales de la producción capitalista. El tercero es la resistencia del sistema capitalista para internalizar dichos costos y su oposición a todo tipo de mayores alzas tributarias que las que ha sufrido la clase capitalista en una perspectiva de largo plazo. Esto ocurre cuando se transita de un capitalismo temprano  de tipo competitivo a un capitalismo maduro.

Hay que señalar que el declive de Estados Unidos como potencia hegemónica se originaría en sus crecientes limitaciones para seguir manteniendo su liderazgo en innovación tecnológica, producción, comercio y finanzas; caída del poder político y militar aplastante y deterioro de su legitimidad política para transferir los costos de la producción a las zonas periféricas de la economía-mundo, esto es las más pobres y políticamente más débiles. Por otro lado el declive de Estados Unidos estaría ocurriendo cuando una  contracción de la economía afecta a  todas las zonas centrales. Esto constituye un fenómeno nuevo en la historia de los “largos siglos” pasados. La asunción del poder hegemónico por parte de Inglaterra el siglo XIX, que sucedió al de Holanda en el siglo XVII no aconteció en medio de una caída de todo el sistema-mundo capitalista. Esto constituye una novedad en la larga evolución del sistema. Wallerstein sostiene que ya no es posible evitar la declinación del poder hegemónico de Estados Unidos, después del fracaso de la política militar unilateralista llevada a cabo entre 2001 y 2006.  Esto  volvemos a constatarlo  en la  administración del Presidente Trump. La declinación del poder hegemónico de Estados Unidos  ha dado lugar al nacimiento de un mundo multipolar constituido por lo menos por 8 o 10 centros de poder suficientemente fuertes para negociar entre sí con relativa autonomía. De esta manera las fluctuaciones de los mercados y los sistemas monetarios, son reforzadas por la inestabilidad de las alianzas entre los varios poderes. En el lenguaje de Ferguson esta sería una clara muestra de una inestabilidad económica generalizada.

 A los factores étnicos económicos y geopolíticos destacados por Ferguson habría que sumar otros propios del siglo XXI, como una catástrofe precipitada por el cambio climático, el surgimiento de pandemias y el recurso a nuevas armas de destrucción masiva que cayesen en manos de grupos terroristas.

Dadas estas condiciones, ¿Qué podríamos esperar, que sería deseable esperar, y que podríamos hacer para que lo deseable se convierta en una realidad?

La respuesta a estas preguntas implica un triple desafío.

 

El primer desafío es un desafío intelectual relacionado con el reconocimiento de la incapacidad de las ciencias sociales decimonónicas para comprender la transición al nuevo sistema. En las décadas venideras la configuración política y económica que nos ha sido familiar está destinada a cambiar de una manera significativa, pero sus formas no son ahora evidentes. Creemos que políticos, movimientos sociales y analistas de los medios de comunicación se equivocarán mucho en sus intentos por comprender estos peligros si siguen empleando la lógica dictada por la sabiduría convencional. Los gobiernos y corporaciones de negocios verán muy debilitado su poder para influir en los destinos de la sociedad. Sus bien conocidas prácticas que forman parte de su repertorio político e ideológico serán muy poco útiles, o simplemente se transformarán en causas de nuevos problemas. Los movimientos de protesta pueden sentirse tan indignados como antes, pero estarán menos seguros de quiénes serán objeto de sus protestas, cuáles serán sus demandas, cómo se organizarán y quiénes serán sus aliados. El conocimiento de las transiciones del pasado será insuficiente para comprender y actuar en el presente estadio de transición y deberíamos por lo tanto abrirnos al desarrollo de nuevas formas de pensar acerca de lo que está ocurriendo, corrigiendo y enriqueciendo los paradigmas del conocimiento heredados. La mayor dificultad para comprender los problemas de la actual transición recurriendo a la ciencia social decimonónica nace del supuesto que los sistemas sociales poseen las competencias para retornar siempre al estado de equilibrio reinante durante la pre–crisis y por lo tanto recuperar la estabilidad de los periodos normales mediante el cambio tecnológico y las políticas de ajuste.

El segundo  desafío  es  poder transferir  el conocimiento  generado por las nuevas formas de pensar  en acciones políticas  realistas que reconozcan  los obstáculos que se oponen a la sociedad deseable y  los que    facilitan el progreso de esa sociedad . Esta son algunas de las tareas políticas más relevante  de  los actores del nuevo orden global deseable.  Al respecto no es razonable pensar  que existen actores privilegiados  para definir  las tareas políticas así como tampoco que existe un único y privilegiado camino para llevarlas a cabo.

El tercer desafío es  definir  normativamente los  rasgos económicos y políticos básicos  de la sociedad  deseable. Esta es lo que podemos llamar la tarea moral. En este sentido hay que afirmar que no solamente la filosofía política nos puede ayudar en el desarrollo de esta tarea. Podemos también  recurrir  a las normas  acordadas por los principales órganos de la ONU, Agencias, Fondos y Programas de Desarrollo. El valor filosófico y normativo  de los trabajos de la ONU queda resaltado en el preámbulo  del  Pacto  Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos de 1966 en los siguientes términos

“Reconociendo que, con arreglo a la Declaración Universal de Derechos Humanos, no puede realizarse el ideal del ser humano libre en el disfrute de las libertades civiles y políticas, liberado del temor y la miseria, a menos que se creen las condiciones que permitan a cada persona el disfrute de derechos civiles y políticos tanto como sus derechos económicos, sociales y culturales”.

Un ejemplo  hoy destacable de los esfuerzos de la ONU para avanzar en la realización del ideal del  ser humano  libre es  la Agenda 2030 por un Desarrollo Sostenible. La agenda,  identifica  además  de los  objetivos  de Desarrollo sustentable  los  instrumentos  técnicos idóneos para  la implementación de políticas sustentables. Su objetivo síntesis es poner fin a la pobreza y lograr el desarrollo sostenible mediante la promoción del crecimiento económico inclusivo, la protección del medio ambiente y el fomento de la inclusión social.

 La sociedad deseable no es concebible sin un nuevo orden político global conformado por las relaciones entre la arena nacional, la supranacional y la transnacional.

La arena nacional no pone en cuestión el concepto de soberanía, pero en una sociedad altamente interdependiente, la soberanía pierde su significado clásico. Aún las superpotencias no pueden garantizar la seguridad y bienestar de sus ciudadanos sin la asistencia de otras naciones. La mantención de la ley y el orden dentro de cada Estado se extiende ahora a la protección de los derechos civiles de los ciudadanos.

Esto supone la renuncia al derecho de recurrir a la fuerza y el reconocimiento de la obligación de la comunidad internacional de proteger a la población de un Estado criminal o fallido. La comunidad internacional ha transferido el derecho de intervenir e imponer sanciones a una organización mundial, sin tener que cederle al mismo tiempo el monopolio global del uso de la fuerza. Los Estados individuales retienen el monopolio de la fuerza al mismo tiempo que en su condición de miembros de las Naciones Unidas , otorgan el derecho del uso de la fuerza al Consejo de Seguridad, excepto en el caso de urgente autodefensa.

La arena supranacional tiene que ver con la misión originante de la ONU consistente en la conservación de la paz mundial, la cual no es posible sin la efectiva promoción de los derechos civiles y políticos, así como con los derechos económicos, sociales y culturales definidos en los pactos   respectivos y los correspondientes protocolos facultativos.

La arena transnacional, por otra parte, garantizaría la justicia entre naciones y al interior de las naciones, y entre regiones, al mismo tiempo que la justicia intergeneracional, muy dependiente del uso que hoy hagamos de la naturaleza. Esta arena asumiría los nuevos problemas políticos relacionados con la distribución de la energía global, el medio ambiente y las políticas financieras y económicas condicionantes de la distribución igualitaria de los recursos del mundo. Estos problemas deben ser regulados, pero esto requiere de actores globales que hoy no existen. Las redes que existen hoy para el tratamiento de estos problemas son sectoriales, multilaterales y conformadas por los delegados de los gobiernos nacionales. Dichas redes no constituyen un foro para la formación de decisiones políticas y sus respectivas manifestaciones legales. Aun si se constituyeran nuevas instancias para estos efectos, todavía se carecería de actores globales.

Para finalizar, queremos decir que la constatación del surgimiento de nuevos nacionalismo xenofóbicos no nos debe desanimar en nuestra búsqueda de una sociedad cosmopolita en la cual podamos conciliar los rasgos identitarios del nacionalismo con la moral universal en que descansa el ideal de la sociedad cosmopolita. Como dice Ulrich Beck, un nacionalismo sin la aceptación de una moral universal  es un nacionalismo ciego y un cosmopolitismo que no reconozca lo identitario es un cosmopolitismo vacío.

Crisóstomo Pizarro C.

MA. en Sociología y Doctor en Ciencia Política. Socio del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso.

Esteban Vergara P.

Historiador. Becario Conicyt, Magíster en RRII, CEAL-PUCV.

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Comments

  1. Andrés Aguirre : Octubre 31, 2018 at 2:44 pm

    Interesante columna, gracias

  2. Super interesante el tema de los nacionalismos versus el cosmopolitismo… ( FORO VALPARAÍSO HOY)

    Justo ayer conversábamos sobre el desajuste del discurso de la vieja izquierda, cuando el capitalismo, chino, ruso, indo, norteamericano, brasileño, alemán ( recuerda el tema del agua) y etc. usan eficientemente el análisis marxista y lo aplica a todo dar.
    * El proletariado murió hace rato ahora son todos “neo-consumidores” (hasta el mas pobre tiene zapatos chinos, pantalla plana, acceso a la mala educación, la mala salud y celular y NO lo quieren perder) eso lo he visto aquí, en brasil, china en los tuareg y en la india…
    * Las iglesias con la católica a la cabeza (con un exiguo 14% de aprobación nacional) están en vías de apagarse. Hay un vacío en la religión o la religión está vaciándose
    * El nuevo dios, atrayente, comprensible, deseable, ansiable y cercano para las mayorías es: el dinero… (ese es al gran problema de Venezuela : su dios se desangra y cada día vale menos)
    * Cuando don carlitos escribió sus ensayos fundamentales (el nació en 1818) habían no mas de 6oo.000.000 de humanos en el planeta, jamás nunca imposible, imaginó que seríamos hoy más de 7.000.000.000 y eso, hay que admitirlo y considerarlo, cambia todo, además nunca imaginó, ni lejos, que el principal mal del capitalismo sería el calentamiento global y que eso es además la principal amenaza al capitalismo, ja. ( enfermedad con anticuerpo incluido)
    * Rindiendo pleitesía al dios dinero, nos tornamos individualistas: “el zapato chino, el plasma y el celular me los gané YO con MI esfuerzo” y eso está matando las buenas cosas colectivas: La democracia, la participación, la solidaridad, el bien común y etc. aparece rampante la APORAFOBIA.
    * para que te cuento que se vienen los robots y eso si que carlitos nunca lo pensó, neo-proletarios que no se cansan, no comen, no les da frío, no usan ropa ni necesitan vacaciones, que solo obedecen al capital y hacen algunas cosas mas rápido, precisas y mejor, ¿ que haremos con la “clase trabajadora” ¿pasará a ser una clase consumidora del ocio capitalizado, todos artistas, todos espirituales, todos obesos hacia la galaxia y más allá?

    El nacionalismo al final NO ES CIEGO, enfoca sus ojos astutamente y el cosmopolitismo, esa idea de que los humanos somos una comunidad, ahora global, comunicada por redes electrónicas, mas el cuento de lo local a lo global, por supuesto que está vacío o perdió el destino…y eso desgraciadamente es la plataforma desde la cual pienso y proyecto… ( triste.)

    pedro

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