Por Andrés Aguirre M. / 13 de Octubre de 2025
El objetivo de “La esperanza frustrada. Maximalismos doctrinarios versus consenso constitucional democrático en Chile. 2019–2023“, como su título lo indica, es explicar y describir de forma comparativa —en un esfuerzo monumental de memoria constitucional, política y jurídica— cómo los maximalismos doctrinarios, tanto de izquierda como de derecha, impidieron en dos ocasiones recientes alcanzar un consenso constitucional en Chile. Se trata de un trabajo de grandes proporciones, que sin duda se convertirá en texto ineludible para comprender mejor este ciclo político e histórico. En sus páginas encontramos los cimientos sólidos de una reflexión que seguirá creciendo —y ojalá, aprendiendo— con el tiempo.
La esperanza frustrada. Maximalismos doctrinarios versus consenso constitucional democrático en Chile (2019–2023), escrito por Crisóstomo Pizarro y Esteban Vergara y editado por Ediciones PUCV, impone respeto desde su sola presencia: 565 páginas, tapa dura, densidad y rigor. Es un texto muy bien estructurado, redactado en un estilo llano —aunque, como es natural, algunos pasajes son más exigentes que otros— y organizado en siete capítulos principales, cada uno subdividido con precisión.
Su objetivo, como su título lo indica, es explicar y describir de forma comparativa —en un esfuerzo monumental de memoria constitucional, política y jurídica— cómo los maximalismos doctrinarios, tanto de izquierda como de derecha, impidieron en dos ocasiones recientes alcanzar un consenso constitucional en Chile.
Hoy, pocos lo recuerdan, y temo que a muchos ya no les importe demasiado, pero el país invirtió enormes recursos económicos y humanos para fracasar dos veces seguidas en su intento de redactar una nueva Constitución. Con el paso del tiempo, este doble tropiezo puede verse tanto como una opereta nacional como una lección política de proporciones.
Para explicar y explicarse este desenlace, Pizarro —abogado de la PUCV, director del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso, máster en Sociología por la Universidad de Columbia y Ph.D. en Ciencias Políticas por la Universidad de Glasgow— despliega, con su acostumbrado rigor, un relato de filosofía política, jurídica e institucional impresionante por su nivel de detalle, su recopilación de fuentes y su ordenamiento analítico.
Si hiciéramos una analogía con el fútbol, el centro del libro sería el autogol que nos hizo perder el campeonato. Pero detrás de ese error hay toda una escuela futbolística que expresa una forma de jugar, una ideología. Por eso, Pizarro comienza “poniendo la pelota en el piso” y despliega su marco teórico desde el contractualismo clásico hasta sus reformulaciones contemporáneas.
Entra a la cancha John Rawls, con su Teoría de la justicia, el liberalismo igualitario y la idea de la justicia como equidad frente al Estado mínimo. Luego aparece Norberto Bobbio, algo más taciturno, preguntándose por la democracia: ese sistema sobre el cual se depositaron expectativas desmedidas para organizar la sociedad de la mejor manera posible. Las grandes crisis del siglo XX, señala, la desnudaron de su aparente infalibilidad. Bobbio se pregunta, entonces, por los problemas que la democracia no supo prever ni resolver, y por las promesas que no pudo cumplir.
El partido por la justicia, la equidad y los derechos humanos se está perdiendo por goleada. Los maximalismos doctrinarios —esas barras bravas ideológicas— tomaron la agenda. Dos intentos de constitución en las antípodas una de la otra fueron rechazados por la ciudadanía. Ante este fracaso, Pizarro sube la apuesta, casi hasta la utopía. Llama a los “jugadores” más experimentados y audaces: Luigi Ferrajoli, Jürgen Habermas y David Held. Este último propone una estrategia ambiciosa: que las transformaciones, no solo de las democracias nacionales sino del orden mundial, orientadas a restituir la justicia, la equidad y el respeto irrestricto a los derechos humanos, deben pasar por un fortalecimiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Ese sería, según Held, el único organismo capaz de impulsar un nuevo paradigma global, aunque lentamente.
Pero el horno no está para bollos. Por ahora, estos pensadores juegan un fútbol distinto, tal vez el fútbol del futuro. Mientras tanto, debemos volver al ruedo con las mismas reglas de siempre, analizando tácticas y estrategias. En las consideraciones finales, ya de regreso a la experiencia chilena, Pizarro expone con claridad las propuestas que emanaron del Consejo Constitucional: la participación política, las reformas al sistema político y, sobre todo, el carácter regresivo del sistema tributario.
Sin embargo, también están ahí —como piedras de granito sobre las sillas de la sala— los argumentos de los sectores conservadores que se opusieron a las reformas: sus supuestos efectos negativos sobre el desarrollo económico; su futilidad por ignorar las “leyes del mercado” y sus pretendidas funciones benefactoras; y el riesgo que, según ellos, implicaría para la libertad y la gobernabilidad.
Son las retóricas de la intransigencia que, en buena medida, terminaron imponiéndose en el último proceso constitucional y sellando una derrota contundente. En fin, el material de este libro es tan vasto como relevante. Un trabajo de grandes proporciones, que sin duda se convertirá en texto ineludible para comprender mejor este ciclo político e histórico. En sus páginas encontramos los cimientos sólidos de una reflexión que seguirá creciendo —y ojalá, aprendiendo— con el tiempo.
Fuente: El Soberano