Populismo: actualidad y abuso de una palabra

Pasa con la palabra “populismo” que sectores conservadores y poco amigos de la justicia social la lancen al rostro de los autores de cualquier iniciativa en favor de los trabajadores y en contra de los palmarios bajos ingresos que reciben en Chile y de sus todavía más bajas pensiones.

“Populismo” es una palabra que está a la orden del día y casi siempre como una expresión que utilizar en presencia de todo lo que no nos guste de la política y, asimismo, como arma arrojadiza que lanzar a la cara de nuestros rivales en ideas. Algo parecido ocurre hace ya tiempo con la palabra “ideología”. Los otros son siempre populistas o están ideologizados; en cambio, nosotros somos serios y carecemos de toda ideología.

Agustín Squella N.
Profesor de la Universidad de Valparaíso. Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales. Socio del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso.

Quedémonos un momento con la segunda da tales palabras, ¿quién no tiene una ideología, es decir, algunas ideas y planteamientos acerca del mejor tipo de sociedad y de los medios para alcanzarla? Claro, ideología tiene también  otra acepción: distorsión de la realidad para favorecer la difusión e imposición de  ideas y planteamientos, pero sigue siendo un misterio que los demás hagan siempre eso y nosotros nunca. Fueron pensadores conservadores los que hace algunas décadas decidieron desprestigiar las ideologías (todas, salvo la propia, que entonces iba ganando el partido) y que llegaron a declarar el fin o al menos el crepúsculo de estas, y lo raro es que sectores progresistas hayan caído en la trampa.

Pasa con la palabra “populismo” que sectores conservadores y poco amigos de la justicia social la lancen al rostro de los autores de cualquier iniciativa en favor de los trabajadores y en contra de los palmarios bajos ingresos que reciben en Chile y de sus todavía más bajas pensiones. Recuerdo hasta hoy cómo en el gobierno anterior algunas tímidas reformas a favor de la sindicalización, la negociación colectiva y la huelga efectiva fueron calificadas de “populistas”, suerte que corrió hasta el propio proceso constituyente iniciado en ese mismo gobierno, un proceso pausado, pacífico, sin crisis social, sin mala situación de la economía, y sin pandemia. Cuando los países no hacen las cosas a tiempo, la realidad se toma revancha y se ven obligados a hacerlas más tarde en condiciones adversas o desfavorables. ¿Que hoy los sucesivos retiros del 10% desde las AFP están desfondando los ahorros previsionales? Pues bien (y en verdad “pues mal”), ¿hace cuántos años que no sale del Congreso Nacional la legislación que modificará nuestro sistema de pensiones? ¿Y cómo algunos se atreven a hablar de “modernización” de ese sistema y no de cambio del mismo?

Pero a lo que voy ahora es menos local y también menos coyuntural. A lo que voy es a la reciente versión castellana de “El siglo del populismo”, de Pierre Rosanvallon, un espléndido libro que ayudará mucho a entender de qué podemos estar hablando cuando hablamos de populismo, y que se detiene con notable versación y claridad en el origen de la palabra “populismo”, en la historia de este, y en la crítica al fenómeno populista. El texto indaga también en la alternativa que podríamos tener ante ese fenómeno en un tiempo en que muchos, tanto a izquierda como a derecha, por desasosiego, ira o impaciencia, empiezan a simpatizar con el populismo.

En este libro, Rosanvallon piensa sobre el populismo, lo analiza en su anatomía, lo encara críticamente, y busca una alternativa plausible a la tentación populista, colaborando de ese modo a evitar tanto las estigmatizaciones simplistas como las adhesiones precipitadas que suscita en la hora presente.

El autor francés, consciente, como él mismo dice, de que “populismo” es una “palabra encubridora” –encubridora y muchas veces abusiva-, se entrega en este libro a una tarea de elucidación y crítica muy lograda, que no cae en la ramplonería de postular que ese fenómeno es solo una dieta inadecuada para clases populares que han mutado en una plebe guiada solo por funestas pasiones.

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