Interpretaciones sobre el actual estadio del capitalismo histórico (2): El caso de Chile y sus semejanzas con las visiones polares que rechazan la crisis y aquellas que postulan una turbulencia caótica

Aunque algunos autores sostienen que la crisis no conducirá necesariamente a la caída del capitalismo, auguran significativas reformas que pueden definirse como respuestas socialdemócratas congruentes con la envergadura de la crisis: un número menor de autores conciben la crisis como una gran oportunidad para el impulso de transformaciones más radicales; una variante es la propuesta que postula una cultura alternativa a la racionalidad del sistema actual basada en un concepto de civilización económica y tecnológica; otro punto de vista aprecia la crisis como un desafío para que la izquierda asuma los valores de la libertad e individuación que ya habría abandonado y se comprometa genuinamente con la democratización radical de la vida en sociedad; la última variante es la más novedosa y se pregunta por el futuro de la humanidad en 100 años más cuando es posible que ella asuma la “religión de los datos”.

Análisis de corto plazo subordinado al conflicto intra e interpartidista

Crisóstomo Pizarro Contador
Director Ejecutivo del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso

Uno de los rasgos más sobresalientes de la realidad política vigente es la multiplicidad de las divisiones al interior y entre los partidos oficialistas y los de oposición causadas por las luchas personalistas dirigidas a la conquista del liderazgo y triunfos en las próximas elecciones electorales. Además, en todos los partidos se observan frecuentes cambios de orientaciones enmarcadas en el estrecho horizonte temporal provisto por las guerrillas electorales.

En esta realidad, en general, el discurso de los partidos, los think tanks que los apoyan y conocidos analistas – algunos de ellos intelectuales vinculados a la academia -, se agota en las diferencias acerca de las medidas más adecuadas para enfrentar la crítica coyuntura sanitaria y de las supuestas medidas de financiamiento que podrían controlarla. El problema de las relaciones entre la pandemia y la crisis del capitalismo no aparecen en la agenda porque se piensa erradamente que primero hay que responder a la emergencia sanitaria y luego asumir el problema de la “recuperación”.

La ausencia de un discurso idóneo que procure entender la crisis puede estar relacionado con lo que José Rodríguez Elizondo ha llamado la “inadidad” de los partidos. Estos carecen de líderes y ni siquiera “fingen” representar a sectores enormes de la sociedad. Hoy, los partidos políticos son muy repudiados por los privilegios que ellos se otorgan a sí mismos. Por ello, los ciudadanos perciben que no es necesario pertenecer a un partido para postular a cargos de representación, ya que existiría una gran variedad de organizaciones sociales que representarían mucho mejor sus intereses[1].

El debate sobre la nueva constitución no ha estado ajeno al conflicto intra e interpartidista. Sin embargo, el liderazgo de los partidos en la discusión y dirección de este proceso no ha sido destacado cuando es comparado con el papel de intelectuales independientes y variadas organizaciones de base. El debate constitucional ciertamente otorga una gran relevancia a los asuntos de interés general y de largo plazo que exceden completamente los estrechos horizontes de la lucha electoral cortoplacista. En este sentido, hay que señalar que dos ministros y tres parlamentarios han dejado sus actuales cargos para postular a la Convención Constitucional. Estas decisiones han sido criticadas por algunos periodistas y candidatos independientes, ya que la ciudadanía se habría pronunciado en el plebiscito de octubre en contra de que los políticos pudieran integrar la Convención. También han criticado la enorme diferencia entre los candidatos independientes y los apoyados por partidos en términos de financiamiento y oportunidades para expresar sus puntos de vista en la franja electoral. Basta señalar, por ejemplo, que el Servicio Electoral autorizó la entrega de 3180 millones de pesos a los partidos y candidatos independientes para financiar gastos de campaña. Pero de ese monto, 122 millones de pesos deben repartirse entre las 562 candidaturas independientes, mientras que los partidos políticos se repartirán un total de 3 mil 58 millones. A ello debe agregarse la enorme disparidad en las donaciones recibidas por los candidatos independientes en comparación con las de los candidatos asociados a partidos políticos, ya que en muchos casos los primeros carecen de las redes de apoyo en el mundo privado con que cuentan los segundo. Con respecto al tiempo asignado en la franja electoral por el Consejo Nacional de Televisión, también se hace patente la diferencia, ya que los partidos políticos cuentan con poco más de 24 minutos, mientras que los independientes y representantes de pueblos originarios cuentan con cerca de 9 y 4 minutos respectivamente.

El análisis de la relación entre la pandemia y la crisis del sistema en la que se desarrolla requiere considerar la dimensión de larga duración que supera el episodio y tratar de comprender la crisis sanitaria en su dimensión planetaria. Sabemos que su ocurrencia está afectando a toda la humanidad y esto no debe ser ignorado, pero las opiniones predominantes en Chile no asumen el estudio de dichas relaciones. Ejemplos destacados de estas opiniones son las del filósofo Guy Sorman que dice que “el libre mercado no tiene nada que ver con la pandemia. Una vez que esta se acabe, la pregunta que debemos responder es cómo nos recuperamos y reconstruimos la economía”. “Por supuesto que el espíritu emprendedor será clave. Nadie quiere volver a un sistema socialista que no funcionaba en ninguna parte. Hoy hay mucho de lo que llamo “tonterías ideológicas”, especialmente por parte de gente que odia el libre mercado y la democracia y están aprovechando la pandemia para decir que el libre mercado y la democracia no funcionan”[2]. Leonidas Montes sostiene que esta crisis no es la primera ni la última, que el liberalismo ha sido atacado varias veces en circunstancias semejante a éstas, que la libertad, la economía social de mercado y la democracia representativa son la mejor forma de vivir y que la crisis podría ayudarnos a valorar el significado de la naturaleza para nosotros[3]. Otro ejemplo es la opinión de Joaquín Fermandois que al referirse a las transformaciones que podría causar la pandemia se muestra muy pesimista. Él piensa que es difícil que la pandemia conduzca a un cambio cultural radical y que también es dudoso que debido a ella las sociedades logren mejorar de una manera importante. También enfatiza que a la zona central del país le acecha la “espada exterminadora de la sequía”[4].

Opiniones contra las visiones predominantes

En esta sección prestaremos más atención a las interpretaciones que comprenden los actuales desequilibrios sistémicos como señales de una crisis sin precedentes y no simplemente como desequilibrios normales que ocurren durante la evolución del sistema.

“sería un verdadero desastre si todo volviera a ser igual que antes. De hecho, sería un crimen. Significaría que todos los muertos y todos los sufrimientos han sido en vano. Por respeto al sufrimiento, debemos hacer el mejor uso posible de este tiempo para sentar las bases del cambio”.

Paolo Giordano, citado por Pedro Pablo Rosso, rector emérito de la PUC, al referirse al mundo que podría nacer tras la pandemia[5].

Aquí pretendemos recoger de manera parcial, y, en algunos casos muy sumariamente, la conceptualización de la crisis de varios intelectuales chilenos y extranjeros, algunos de ellos vinculados al Foro Valparaíso y a Puerto de Ideas, como se indica más adelante en cada caso. Podrá apreciarse que todos reconocen una crisis de gran envergadura originada en el extremo desarrollo del capitalismo en Chile en su versión neoliberal y en las evidentes deficiencias de la forma en que se ha llevado a cabo la democracia y en sus mutuas relaciones.

Aunque algunos autores sostienen que la crisis no conducirá necesariamente a la caída del capitalismo, auguran significativas reformas que pueden definirse como respuestas socialdemócratas congruentes con la envergadura de la crisis: un número menor de autores conciben la crisis como una gran oportunidad para el impulso de transformaciones más radicales: una variante es la propuesta que postula una cultura alternativa a la racionalidad del sistema actual basada en un concepto de civilización económica y tecnológica; otro punto de vista aprecia la crisis como un desafío para que la izquierda asuma los valores de la libertad e individuación que ya habría abandonado y se comprometa genuinamente con la democratización radical de la vida en sociedad; la última variante es la más novedosa y se pregunta por el futuro de la humanidad en 100 años más cuando es posible que ella asuma la “religión de los datos”.

Manuel Castells argumenta que hay problemas con respecto a las formas en que se ha llevado a cabo la democracia liberal y determinados tipos de capitalismo sumido en una inestabilidad de los mercados financieros globales. Esto se origina en la crisis del 2008, trayendo consigo grandes repercusiones, entre ellas, un recorte masivo del gasto social y la disminución de las redes del Estado de bienestar[6].

Esto sitúa la actual discusión sobre los problemas de la desigualdad en el mundo en un lugar sobresaliente debido a su desmedido aumento. Castells dice que en Chile se ha observado una pequeña disminución. Sin embargo, según La CEPAL, el 1% de la población posee el 26% de la riqueza. Además, su índice de Gini se sitúa muy por sobre los países de la OCDE. El capitalismo genera riqueza, pero su gran problema es que al mismo tiempo genera desigualdades que lo transforman en un sistema inestable con recurrentes crisis

Con respecto al fuerte debilitamiento de la democracia liberal en distintas partes del mundo es enfático en afirmar que “ignorarla sería simple miopía”. En el caso de América Latina sabemos cuánto sacrificio ha costado conseguirla. Sin embargo, los datos muestran que la mayoría de la población no cree en las instituciones representativas de la democracia liberal en la forma en que hoy existen en la realidad. En esto cabe gran responsabilidad a los políticos, aunque sería un error afirmar que todos cayeron en actos de corrupción, oportunismo y asumido el papel de promotores del poder financiero. “Sin embargo, la gente lo piensa así y hay que lidiar con ello”.

Dadas estas circunstancias, las redes se han convertido en la “verdadera y única agencia política” determinante de una nueva realidad completamente amorfa. Esto representa un nuevo tipo de organización muy vulnerables a las fake news, y al deep fake, recursos muy utilizados hoy en las contiendas electorales. Los primeros consisten en formas de manipulación no sujetas a ningún control profesional y los segundos en creación de imágenes relativas a determinado situaciones o sujetos que parecen completamente reales pero que son completamente falsos. Con respecto a los medios tradicionales, a ellos les quedaría solo una esperanza: la credibilidad. Todo lo demás, por muy ágiles que intenten ser, no hará la diferencia.

En esta situación Castells atribuye gran importancia a lo que llama una “crisis de gestión de la crisis”. Este fenómeno encuentra su origen en la falta de credibilidad, legitimidad, inexistencia o desestructuración de las instituciones y procedimientos democráticos para gestionar la crisis. Si estas condiciones prevalecen, el procesamiento de la crisis se encuentra bloqueado y da paso al desborde y explosión social. En el caso chileno, esto fue el “estallido social” de octubre de 2019. Castells también se refiere a los probables orígenes de la violencia relacionados con la aparente creencia que las acciones más duras serían más eficaces, sus distintas manifestaciones – el anarquismo que pretende controlar al sistema mediante la violencia, el lumpen y los delincuentes-, y la forma en que las fuerzas policiales podrían reprimirla a través de tácticas sofisticadas.

En estos casos la búsqueda de salidas a la crisis no puede esperarse que provenga del liderazgo tradicional. En estos movimientos no existe un liderazgo único y todos los participantes son líderes en alguna medida. Para posibilitar la discusión de las demandas de estos movimientos sería necesario el logro de acuerdos transparentes entre el gobierno y toda la oposición

La demanda central de los nuevos movimientos sociales ya llegó a Chile y se llama dignidad:

“Para mí, dignidad quiere decir el reconocimiento de que soy un portador de derechos y que, en términos políticos, me tienen que rendir cuentas, respetar. Por eso, sin educación, salud, sueldos mínimos, empleos, la dignidad es un concepto vacío. Dignidad es la más profunda referencia a la calidad de ser humano que tenemos las personas”.

Manuel Castells [7]

Otra característica de la situación que estamos viviendo es que los movimientos sociales o antiélite carecen de un programa muy definido. Sin embargo, hay que reconocer que están tratando de articular la protesta de la ciudadanía mediante propuestas de reformas sociales y políticas

Las reformas promovidas por dichos movimientos para abrir más canales de participación bien pueden denominarse como iniciativas para “redemocratizar la democracia”. Esto se ha observado desde 2010 a 2014 en más de 100 países. Desde hace más o menos un año estamos presenciando una segunda oleada de explosiones sociales sin ningún tipo de organización en países donde no ha habido casi ninguna respuesta y la gente no puede más y dice basta.


[1] Ver Rodríguez, J., “Los Partidos en su hora “D”. El Mercurio, 10 de noviembre de 2019.

[2] Pizarro Allard, C., “Entrevista con Guy Sorman: “El gran perdedor con esta pandemia va a ser China” Reportajes, El Mercurio, 29 de marzo de 2020, p. D11.

[3] Ver Rodríguez, J., “La Marca de las Pandemias en la Historia”, Artes y Letras, El Mercurio, 10 de mayo de 2020, p. D6.

[4] Ver Equipo de Reportajes, “Crisis Covid-19. El Chile que se dibuja tras la pandemia”, El Mercurio, 3 de mayo de 2020, p. D6.

[5] Rosso, P., “Entre la incertidumbre del presente y La niebla del Futuro”, Artes y Letras, El Mercurio, 31 de mayo de 2020, p. E4.

[6] Pizarro Allard, C., “Manuel Castells: La clave para superar este tipo de crisis está en la gestión política”, Reportajes, El Mercurio, 17 de noviembre de 2020, p. D10. Cristian Pizarro Allard entrevistó a Manuel Castells con motivo de su visita a Chile, invitado por la Fundación Puerto de Ideas. Ver también un mayor desarrollo de estas ideas en su conferencia titulada “La crisis global de la democracia liberal”, del 9 de noviembre de 2019 y disponible en el canal de Puerto de Ideas en YouTube, https://bit.ly/3cIGR0N. Para un desarrollo más general sobre la crisis de la democracia liberal, los movimientos sociales, e idealización de posibles formas de democracia y el papel de las redes sociales ver la exposición de Castells en el seminarios “Explosiones sociales: una visión global” que organizó el Centro de Estudios Públicos, CEP, el 6 de noviembre de 2019, https://youtu.be/h97emCUyMf0

[7] Ibidem.

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Comments

  1. Raúl Allard Neumann : Abril 15, 2021 at 4:16 pm

    Estimado Crisóstomo:

    Muy bueno saber de ti leer este muy interesante artículo sobre el estadio del capitalismo histórico y el caso chileno.
    Gran aporte al debate y totalmente de acuerdo en que el problema “sobresaliente” es la desigualdad y la prioridad es atacarla. Y agregaría que es inaceptable la diferencia en favor de la riqueza
    de algunos en el proceso político.
    Con todo, y motivado por tu artículo -y para nuestros intercambios en el Foro-, cinco aportes por si sirven al debate:

    a) Yo no hablaría de “democracia radical”, todos los “apellidos” la pueden desnaturalizar, hablar solo de democracia, mantener lo fundamental de un régimen político generado desde la base social y ciudadana, en que los ciudadanos puedan participar y monitorear a los gobernantes, regido por la ley de la mayoría y con poderes temporales y limitados. Sin adjetivos ¿Qué haríamos con las democracias “no radicales”? ¿Quién decidiría si son o no radicales? ¿O populares? ¿O orgánicas?

    b)En ese proceso democrático sin duda influyen las redes sociales, también los grupos de base.
    Pero sin reemplazar a los partidos, con un concepto amplio de partidos que incluyen los grupos sociales de independientes o agrupados en torno
    a un área temática y que deciden participar del proceso político (así lo sostuve en un artículo que publiqué el año pasado en que identifiqué 20 tipos de partidos o movimientos políticos con este criterio amplio que incluye los movimientos sociales que deciden participar electoralmente, lo publicó la revista “Prospectiva y Estrategia). Los ciudadanos actúan en agrupaciones en el proceso político y eso hay que preservarlo. De lo contrario deviene algún tipo de autoritarismo.

    c) Coincido con Castells en sus comentarios críticos pero la respuesta debe mejorar los procesos democráticos, exigir mayor democracia interna a los partidos, pero no prescindir de ellos (quedarían los ciudadanos a merced del Estado).

    d) Las redes no pueden ser la verdadera política.

    d) dices que en el plebiscito votamos en contra de la participación de políticos en el proceso constitucional. No lo creo así. Votamos-yo incluido-en contra de una composición mixta de la Convención que incluyera parlamentarios. Pero sí podían postular militantes de partidos e incluso parlamentarios que renunciaron a serlo como el ex senador Harboe y el diputado Garín. Y se abrió como nunca antes la participación de independientes:
    –independientes en listas de partidos o coaliciones.
    –listas de independientes como la de independientes no neutrales y otros ecologistas o regionales, cinco o seis más.
    –independientes fuera de listas.

    e)Todo esto y la paridad de género es fundamental porque fomenta valores como la diversidad de opciones y el pluralismo.

    Esto solo para cotejar ideas e intercambiar ideas en el Foro cuando podamos. Creo que debemos hacer todo lo posible para preservar la democracia que tenemos.

    En este contexto, la elección de convencionales, por varios conceptos, constituye un avance importante en nuestra tradición democrática.

    un abrazo,

    Raúl

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