Comunidad humana, desarrollo y biósfera. Hacia una sustentabilidad integral

Para acercar más la acción humana con la naturaleza, en tiempos de multicrisis, pandemias y cambio climático global, se requiere cambiar de paradigma de desarrollo: dar pasos sustantivos hacia un modelo de desarrollo socioecológico, basado en los bienes comunes, en la relocalización productiva, la economía circular, con igualdad de género, reconocimiento étnico, inspirados en una filosofía de convivencia interespecies.

Jorge Rojas
Jorge Rojas Hernández
Dr. Phil. Sociología, Leibniz Universitãt Hannover, Alemania. Profesor Titular del Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Concepción.

La historia de la humanidad se encuentra atravesada por la lucha por recuperar o revivir la comunidad, la familia, la comunidad indígena y por imponer lógicas en un sentido contrario, basadas en el individualismo, la competitividad y la “guerra” de unos contra otros. Por lo general, los sistemas sociales se encuentran tensados entre el individualismo sin sociedad, que proclama el mercado y, la necesidad vital de la comunidad, que necesita al individuo como su sustento social para llegar a ser persona en la interrelación con calidez y confianza humana. En esta confrontación y lucha se producen avances y retrocesos. Hay generaciones marcadas por el consumismo y el individualismo, mientras otras buscan la sencillez y el entendimiento con el otro y la naturaleza, una vida de bienestar, de calidad, pero sin lujos ni depredaciones ambientales. La lucha entre la libertad, la democracia, el bienestar y la seguridad, constituyen los temas y desafíos permanentes de las sociedades modernas. Todas estas necesidades son fundamentales, pero suelen contraponerse. El Estado liberal y el neoliberal renuncian a la seguridad de la mayoría de los ciudadanos, priorizando la libertad individual y del mercado. Pr su parte el Estado de Bienestar Social, trata de compatibilizar lo individual con lo social, la libertad con la democracia y el bienestar social, la vida comunitaria con la vida en sociedad.

La realización de un ser humano como persona implica que él, al interior de las relaciones sociales, en las que él vive y convive, siempre se encuentra desempeñando un rol social. Mediante estas relaciones es lo que es, en interrelaciones con otros: hijo de una madre, alumno de un maestro, miembro de una tribu, portador de una profesión, miembro de una familia, miembro de comunidades y organizaciones. Esta relación no es algo externo, sino algo propio, interno a él mismo; al interior de las relaciones sociales la vida individual adquiere sentido. Más aun la biografía individual de cada persona es una categoría social (Adorno, 1991). La vida humana es esencialmente relación e interrelación, comunicación con el otro y con su medio. Cansado y enfermo de consumir, el ser humano busca a sus semejantes y se busca a sí mismo, dejando atrás el ensimismamiento y los intereses puramente materiales. Este proceso se da, reflexivamente, en el mismo momento en que se siente atrapado y cautivado por los encantos pasajeros del mercado. Por su parte, para Bauman (Bauman, 2003, 2005), la vida moderna transcurre en una “sociedad sitiada”, en un mundo que se agota y se experimenta con impotencia personal ante el reconocimiento de que “nuestra capacidad para actuar (tanto colectiva como individual) no está́ al nivel de la nueva interdependencia y vulnerabilidad planetarias de la especie humana”.

Otro renombrado sociólogo, Norbert Elías, destaca especialmente las vinculaciones emocionales de los hombres y mujeres como “eslabones de unión de la sociedad”:

“El ejemplo del entramado personal de relaciones de un solo individuo quizás no destaque con la precisión suficiente la trascendencia de estos aspectos personales de las vinculaciones humanas. Pero sin este recurso al entramado personal de relaciones del individuo tal como es configurado por él mismo, tal como es percibido desde la perspectiva del “yo”, no se puede comprender toda una gama de interdependencias de mayor amplitud que se basan en conexiones emocionales de carácter personal. Tal vez en pequeñas unidades sociales que engloben a un número comparativamente escaso de personas, los entramados de relaciones de tipo personal vividas desde la perspectiva del “yo” de cada individuo pueden abarcar a la totalidad de las personas presentes. Sin duda, también en este caso la figuración de las valencias satisfechas e insatisfechas de cada persona será́ también distinta de las demás. Pero la figuración engloba – mientras la unidad siga siendo pequeña – a todo el grupo. Si las unidades sociales se hacen mayores y adquieren más niveles, se generan nuevas formas de relaciones emocionales. Su referente no son ya sólo personas, sino también, cada vez más, símbolos de las unidades más grandes, escudos, banderas o conceptos llenos de carga emotivas”.

(Elías, 1999).

La multiplicación de los entramados personales torna cada vez más compleja y torna más  interdependiente la vida individual. Por lo mismo que para comprender mejor las relaciones e interacciones entre el individuo y la sociedad, no resultan útiles las teorías reduccionistas, que ven sólo aspectos parciales, como puede ser la economía, el trabajo o las conductas individuales. Se trata de relaciones complejas que deben ser analizadas en forma sistémica, considerando los entramados y tejidos, como también lo sostiene el destacado biólogo del conocer y del amor, Humberto Maturana, quien en un interesante diálogo con Bernhard Põrksen, aplicaba adecuadamente el enfoque sistémico a una dinámica social relacional:

“Mientras usted y yo estamos aquí́ conversando, no estamos presentes solo nosotros dos, sino que también nuestras familias, nuestra cultura, nuestro país de origen y nuestra lengua materna están presentes en nuestros diálogos. Cada uno de nosotros carga con toda una trama relacional, dentro de la cual nuestro modo de pensar, hablar y actuar tiene su sentido. Eso significa que a pesar de que nuestro encuentro pueda ser de naturaleza netamente personal, ambos inevitablemente formamos parte de una dinámica sistémica. Sin la conciencia de la fuerza determinante de la cultura, nos falta la capacidad de reflexión que nos permita determinar lo que hacemos (por nuestras propias decisiones) y lo que sólo pasa a través de nosotros (por nuestro origen). Recién la conciencia de estas improntas crea la oportunidad de liberación”.

(Maturana y Põrksen, 2004)

En las relaciones sociales cotidianas las personas interactúan teniendo como trasfondo lo que son en sus respectivos entramados o tejidos sociales. Son portadores de una huella sociocultural. En este sentido, puede sostenerse que aquello que hubo de experiencia comunitaria, sea en la familia o en otros grupos sociales, base de la convivencia y de la socialización, prevalece en el tiempo y acompaña la acción y el desarrollo de la personas. En otras palabras, el todo social, construido social y culturalmente, pervive en la parte individual, así́ como la parte se proyecta con sus propias fuerzas en el todo. La vida humana transcurre tensamente entre la necesidad y clamor por la protección de la comunidad y los espacios de autonomía que le brinda (o que le gana) la sociedad, en un sentido amplio.

Ahora bien, la vida humana transcurre en un hábitat socio-ambiental. El medio ambiente se sitúa entre el funcionamiento de los sistemas naturales y los sistemas sociales, se sitúa en el escenario mismo de la vida natural y social. No existe el desarrollo ni la vida humana sin el sustento de la naturaleza. En el presente siglo XXI ya no es posible ni sustentable pensar en un modelo de desarrollo desvinculado de lo ecológico y ambiental. Los procesos productivos deben ser limpios, no sólo deben propender a disminuir el uso de recursos naturales y energéticos, sino que deben reutilizar residuos, disminuir los gastos de energías, fomentar el uso de energías renovables que sustituyan plenamente la energía fósil, responsable de las emisiones de CO2 y del calentamiento global que produce el cambio climático. Es necesario, urgente,  cuidar en todo momento la biodiversidad y el proceso de reproducción normal de los ecosistemas.

En este sentido, contribuyen las reservas de biósfera, conjunto de comunidades naturales, son “zonas de ecosistemas terrestres o costeros/marinos, o una combinación de los mismos, reconocidas en el plano internacional como tales en el marco del Programa sobre el Hombre y la Biosfera (MAB) de la UNESCO” (MAB, 1996).

“…cada reserva de biosfera debería contener tres elementos: una o más zonas núcleo que beneficien de protección a largo plazo y permitan conservar la diversidad biológica, vigilar los ecosistemas menos alterados y realizar investigaciones y otras actividades poco perturbadoras (por ejemplo las educativas); una zona tampón bien definida que generalmente circunda las zonas núcleo o colinda con ellas, que se utiliza para actividades cooperativas compatibles con prácticas ecológicas racionales, como la educación relativa al medio ambiente, la recreación, el turismo ecológico y la investigación aplicada y básica; y una zona de transición flexible (o área de cooperación) que puede comprender variadas actividades agrícolas, de asentamientos humanos y otros usos, donde las comunidades locales, los organismos de gestión, los científicos, las organizaciones no gubernamentales, los grupos culturales, el sector económico y otros interesados trabajen conjuntamente en la administración y el desarrollo sostenible de los recursos de la zona…”.

(MAB, 1996)

Para acercar más la acción humana con la naturaleza, en tiempos de multicrisis, pandemias y cambio climático global, se requiere cambiar de paradigma de desarrollo: dar pasos sustantivos hacia un modelo de desarrollo socioecológico, basado en los bienes comunes, en la relocalización productiva, la economía circular, con igualdad de género, reconocimiento étnico, inspirados en una filosofía de convivencia interespecies.

Este texto es un resumen del artículo “Comunidad Humana, Desarrollo y Biosfera. Hacia una Sustentabilidad Integral”, publicado por la Cátedra UNESCO Fórum de la Sostenibilidad (1: 9-27, 2007). Universidad del País Vasco, España.

Bibliografía

ADORNO T. 1991. Soziologische Exkurse. Institut fûr Sozialforschung. Hamburg.

• BAUMAN Z. 2003. Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil. Siglo XXI. Madrid.

• BAUMAN Z. 2005a. La sociedad sitiada. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.

• ELÍAS N. 1999. Sociologia fundamental. GEDISA. Barcelona,

• MAB. 1996. Marco Estatutario de la Red Mundial de Reservas de Biosfera. Reservas de Biosfera. La Estrategia de Sevilla. UNESCO, Paris.

• MATURANA H y PÕRKSEN B. 2004. Del Ser al Hacer. Los Orígenes de la Biología del Conocer. Ediciones LOM. Santiago,

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