La pandemia y lo rural, la ciudad comestible y los neocampesinos

Este artículo describe una realidad nueva, hace tres años impensada: campesinos que migran a la ciudad y ciudades que rebalsan neo-campesinos al bosque y al agro. Son dos culturas y accesos a recursos que no chocarán, se van a mezclar, produciendo fenómenos socioculturales aun impensados, dignos de seguir y estudiar.

Pedro Serrano R.
Director Unidad de Arquitectura Extrema, UTFSM. Presidente de Fundación TERRAM para el desarrollo sustentable. Socio del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso.

Estamos a septiembre del 2022 y la pandemia aún no termina. Una gran mayoría vacunada ha permitido bajar el número de muertes, pero no de los contagios. El virus muta constantemente y en algunos países vamos en la quinta ola. La población en general tiene el panorama normalizado, muertes y contagios ya son naturales. Esto muestra el cansancio e impacto de casi tres años de restricciones y medidas sanitarias, que han alterado nuestros modos de convivencia, de trabajo, de estudio, de viajar, de producir, de proyectar futuros.

El que llamamos el mundo rural, que básicamente es todo lo que ocurre en territorios no citadinos, los cambios, que venían desde antes, se han acelerado de algunas formas curiosas, que describiremos aquí, mostrando oportunidades verdaderamente interesantes.

En diciembre de 2022 se estima nacerá el habitante humano ocho mil millones[1]. 8.000.000.000 de seres humanos vivos, indican que la curva estadística de crecimiento continúa con su tendencia exponencial, que ni guerras ni pandemias han alterado en lo más mínimo. En breve llegaremos a los diez mil millones y así, todo indica que la humanidad seguirá creciendo imparable. Solo el año 2000 éramos 6.000.000.000. Dos mil millones de humanos aumentamos en poco más de veinte años.

La situación, por supuesto, es vertiginosa, y la pregunta de cómo hemos logrado alimentar, vestir y cobijar a esa cantidad de sapiens-sapiens -aceptando que, pese a las brechas enormes, lo hemos hecho-, se responde básicamente por el avance tecnológico, que crece y adelanta más rápido que el crecimiento poblacional. Todas las predicciones lineales basadas en los hechos y números del momento históricamente han fracasado, puesto que no se toma en cuenta el cambio tecnológico.

Se estima que la tendencia global de habitación indica que casi el 80% de la población mundial vivirá en ciudades[2]: seis mil cuatrocientos millones de humanos viviendo en estructuras urbanas, algunas ya con la población de países. Tokio con más de 40 millones duplica la población de Chile, Shanghái con 30 millones, Delhi con más de 25 millones, ciudad de México con 23 millones, son indicativos de esa tendencia. Es más, en todas ellas las áreas metropolitanas reales con sus conurbaciones son mucho mayores. Sólo entre Santiago y Valparaíso metropolitanos en Chile, se superan los 10 millones de habitantes. La mitad de Chile vive citadinamente en el centro de este largo país.

1. Lo rural

Durante estos últimos años las tecnologías de producción alimentaria están dejando obsoleta la imagen del campesino tradicional, labrador cercano a la tierra, con herramientas de mano cultivando pequeños paños de terreno. Todo esto ha dado paso a una agricultura mayor, altamente mecanizada y tecnificada, de gran rendimiento, que ha disminuido dramáticamente la demanda por mano de obra tradicional. Por ello la migración campo-ciudad se viene incrementando hace décadas en todos los países de la Tierra. El campo sin campesinos es una tendencia real y parece irreversible.

Datos de los últimos años indican que la producción de soja de Argentina equivale al consumo de 400 millones de habitantes y el país tiene 45 millones de personas. Extensos territorios, casi sin campesinos, con grandes máquinas, muchas altamente robotizadas, que no se cansan ni tienen vacaciones, trabajan miles de hectáreas de soja, la mayoría transgénica, logrando productividades nunca vistas. En Chile los grandes huertos frutales, con cosechadoras automáticas, las plantas de proceso y los sistemas de exportación, indican que producimos más frutas que la demanda nacional, con cada vez menos campesinos, y el trabajo esporádico de personas que itineran por todo el país, pero que no habitan el sector rural: los temporeros.

Los cultivos industrializados, incluso la hidroponía, se abren paso en el mundo rural, con un alto crecimiento del riego inteligente, los sensores remotos, las semillas controladas, los controles de plagas computacionales y los robots agrícolas, cubriendo las demandas alimentarias de esos ocho mil millones de seres humanos. El campesino tradicional está desapareciendo del agro rural y se está convirtiendo en un trabajador rural trasplantado a la urbe. Nuestros campos siguen produciendo con mayor tecnología y eficiencia en un esquema nuevo que cada vez ocupa menos gente. Debemos aceptar que en sólo veinte años estamos en la Tierra produciendo comida para dos mil millones de bocas más con cada vez menos campesinos.

2. La ciudad comestible

El esquema original de nuestra historia alimentaria moderna consistía en un sector rural abocado a la producción alimentaria del conglomerado urbano más cercano. Ese esquema se mantiene con dos características: la primera es que los conglomerados urbanos consumen cada vez mejores tierras de cultivo y las cubren de redes de servicios, hormigón, carreteras y edificaciones; la segunda, y muy importante para este relato, es que en la ciudad vive cada vez más gente con raíces campesinas.

Aquí surge una oportunidad sumamente interesante que se asocia a las nuevas técnicas de cultivo, el uso eficiente del agua y un nuevo pensamiento de la arquitectura. Es posible que la ciudad cultive sus propios alimentos. De hecho, en varios países, incluyendo Chile, algunas comunidades cultivan huertos urbanos en sitios baldíos, bandejones de las calles, bordes de las vías férreas y carreteras. Algunas comunas han entendido que plantar frutales en las calles puede ser mejor que poner plátanos orientales, orientando importantes cambios cultuales en las comunidades.

Sin embargo, las metrópolis modernas se caracterizan por sus construcciones en altura, cada vez más altas y abigarradas. Es así debido a que el costo de suelo se encarece constantemente. Ya se han probado con éxito edificios con terrazas cultivables, con muros verticales cultivables, con sistemas de recirculación de aguas, con hortalizas árboles y flores. Esta tendencia parece estar tomando forma gracias a nuevas tecnologías para llevar lo verde sobre el piso hasta las grandes alturas de los nuevos edificios. Con esto ocurren interesantes mejoras para la ciudad y sus ciudadanos:

  • Mejora el acondicionamiento ambiental de edificio y su entorno,
  • menos contaminación,
  • más oxígeno y menos CO2 atmosférico,
  • contribuye a la reducción del calentamiento global,
  • mejora la calidad de vida con acceso al verde,
  • mejora la retención de aguas,
  • mejora la eficiencia térmica de la edificación y, sobre todo,
  • mejora el acceso a frutas y verduras más frescas, sin pagar los traslados de kilómetros, ni refrigeración que inciden regularmente sobre los precios.

Estos desarrollos se pueden extrapolar hacia cultivos más extensivos como los cereales, cuyos rendimientos por hectárea pueden ser notables: 3 mil kilos por hectárea de trigo, lo que son 2 toneladas de harina, o 3 toneladas de pan. 2 toneladas por hectárea de lentejas, 3 mil kilógramos por hectárea de porotos, la soja 2800 kilos por hectárea, lechugas del orden de 80 mil plantas por hectárea y así[3].

Lo interesante de esto para la arquitectura “verde” guarda relación con la posibilidad de disponer en altura, varias veces la superficie que ocupa el edificio, si las hectáreas disponibles entre pisos, en terrazas o techos son mucho más que la superficie ocupada de suelo por el edificio. Se podría decir que se ha logrado una mayor eficiencia productiva que el suelo agrícola equivalente. Vale decir, una ciudad en altura construida con criterios de maximizar el verde alimentario, podría ser decenas de veces más productiva que un campo plano de cultivo de la misma superficie[4].

Los números no mienten, una ciudad planificada y construida en estos estándares podría ser autosuficiente en lo alimentario, lo que no es poco sumado a los beneficios antes mencionados. La tecnología hoy permite el uso eficiente del agua: por ejemplo, la hidroponía usa menos del 10% del agua que el cultivo en el suelo agrícola, y es posible iluminar con tecnología LED de modo de acelerar el crecimiento de las plantas y obtener más cosechas por año. Exagerando o extrapolando, un edifico agrícola de 20 pisos y de una hectárea de planta, equivale a una antiguo “Fundo” de 20 hectáreas y puede ser habitado y producir más y más eficientemente.

Lo interesante a agregar aquí es que un porcentaje interesante de los habitantes urbanos vienen de la tradición campesina, por lo tanto, existe una potencial ocupación productiva de multitud de campesinos expoliados del agro tradicional ya superado, que podrían incluso vivir en esas hectáreas de ciudad dedicadas al cultivo. Campesinos migran del agro a la ciudad y se convierten en campesinos urbanos, con nuevas tecnologías.

Si la arquitectura de la ciudad logra, además, ser altamente eficiente en energía, y no solo eso, logra el 100% de autoproducción energética de electricidad y calor con nuevas tecnologías solares y eólicas, ser “prosumidores” energéticos, y aún más, llegar a producir excedentes de energía en unidades descentralizadas, a modo de pasar de la ciudad 100% dependiente de redes externas, podría alcanzar la auto sustentación e incluso, llegar a ser un generador positivo de energía.

Si logramos todo esto, para allá avanza la tecnología, la actual utopía de la ciudad verde autosustentable alimentaria y energéticamente llegará a ser realidad en la mitad del siglo XXI cuando seamos en nuestro planeta entre 30 y 40 mil millones de seres humanos.

3. Los neo-campesinos

La pandemia acentuó un fenómeno interesante en Latinoamérica: las restricciones de movimiento, la saturación de las ciudades, se compraron millones de automóviles, para huir del COVID, sin una contrapartida de infraestructura. Con el ingreso del teletrabajo, el crecimiento de internet y la sensación de agobio que se acentúo  a niveles antes nunca vistos en el deterioro de la salud mental de los ciudadanos, muchos de estos, sobre todo intelectuales, con trabajo y recursos, comenzaron a comprar legal e ilegalmente paños de terrenos agrícolas, sobre todo en grupos, pensando en desarrollar condominios bucólicos donde vivir con sus familias, por lo general  nuevas y en crecimiento, disfrutando el mundo rural con accesos a caminos, oportunidades de trabajo remoto, accesos a Internet como Starlink, vehículos a la mano, por supuesto trabajo y buenos sueldos.

Nuestras grandes ciudades tienen grandes problemas con el agua, sobre todo de consumo humano, una sanidad ineficiente y redes eléctricas con problemas. Los habitantes urbanos con recursos sueñan con un paño verde fuera de la metrópoli, con agua disponible. Pueden invertir en una sanidad adecuada, plantas de filtro y proceso, por supuesto, asegurar energía eléctrica abundante y limpia con paneles solares fotovoltaicos, con viviendas diseñadas para la eficiencia energética y la relación con el paisaje.

Casi todos quieren desarrollar agricultura orgánica, tener invernaderos productivos, cosechar sus propios alimentos con seguridad de su limpieza, criar niños corriendo sobre el pasto, criar ovejas, gallinas y muchos perros. Estos sueños bucólicos, son posibles para aquellos que tienen los recursos, opción de trabajo remoto y otras familias amigas, que se junten para comprar un paño de suelo mayor en un lugar no tan remoto y de buen paisaje y así asegurar una vida en comunidad con ciertos ideales comunes sobre la conservación ambiental, la autosuficiencia alimentaria, la vivienda individual, huir del COVID o cualquier nueva pandemia y el deseo de cultivar la tierra, asunto que es un deseo, pero no está en la cultura de ninguna de estas familias. Nace así un estamento nuevo en el orden social, con buena educación, profesionales, con acceso a la información, multicomunicados, ambientalistas con recursos y cultura urbana: los NEO-CAMPESINOS.[5]

Esto está ocurriendo en Chile y muchos países vecinos. Ya hay crisis legales con la conversión de terrenos agrícolas a parcelaciones de neocampesinos. Por ejemplo, lugares como los alrededores de Pucón- Villarrica en el Sur turístico de Chile, han recibido del orden de 10 mil familias nuevas en los ya tres años de pandemia. Tierras muy verdes, mucha agua, suelos volcánicos ricos en nutrientes, bosque nativo, lagos enormes, termas, centros de esquí, montañas y senderos de trecking, mucho turismo, centros urbanos cercanos bien abastecidos, colegios nuevos creciendo, sedes universitarias instalándose, acceso a internet y televisión satelital en abundancia.

Este artículo describe una realidad nueva hace tres años impensada: campesinos que migran a la ciudad y ciudades que rebalsan neo-campesinos al bosque y al agro. Son dos culturas y accesos a recursos que no chocarán, se van a mezclar, produciendo fenómenos socioculturales aun impensados, dignos de seguir y estudiar. Cruzado todo eso por un pensamiento ambientalista elitista y con tecnologías ecológicas para tratar el agua, los residuos, la producción agrícola, la obtención de energías, ideas de innovar y emprender y por supuesto, el buen acceso a Internet.

La pandemia, que aún no termina, ha acentuado la migración campo ciudad, la ciudad está asumiendo una tendencia a lo verde para combatir el Calentamiento global, mejorar su propio ambiente atmosférico, retener agua y acoger aves, tender a la autoproducción energética y alimentaria y por supuesto, proyectando neocampesinos de elite a los sectores no urbanos. Este siglo el antiguo campo de labradores cambiará para siempre y la ciudad integrará el campo a sus estructuras cada vez más grandes y sustentables. Obviamente son utopías en camino, imaginarlas y describirlas ayuda a realizar futuros.


[1] https://twitter.com/UNESCO_es

[2] Migración: Yendo del campo a la ciudad por elección,Declaración del Director General de la OIM William Lacy Swing en el Día Mundial de la Alimentación, 16 de octubre de 2017, Por primera vez en la historia, vive más gente en ciudades que en áreas rurales.

[3] https://www.odepa.gob.cl/

[4] 10 ciudades latinoamericanas que se destacan por la agricultura urbana BBC Mundo, @bbc_ciencia, 9 abril 2014.

[5] https://www.agronegocios.co/agricultura/neocampesinos-profesionales-estan-migrando-al-campo-2622634

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