Olas y tsunamis

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Por Pedro Serrano R. / 11 de Agosto de 2025

Pedro Serrano R.

Socio del Foro Valparaíso. Académico e investigador del Departamento de Arquitectura y director de la Unidad de Arquitectura Extrema de la Universidad Técnica Federico Santa María (UTFSM). Socio de la Asociación Chilena del Espacio (ACHIDE), Fundador y presidente del Directorio Fundación TERRAM para el Desarrollo Sustentable, miembro de Fundación Interuniversitaria del CRUV, y Fellow de Ashoka, www.ashoka.org

Una ola superficial grande puede llenar una playa, como en las marejadas, pero una subida de mar propia de los tsunamis puede avanzar kilómetros sobre cursos de agua o territorios relativamente planos, con un frente de agua de miles de toneladas a alta velocidad (1 metro cúbico es una tonelada de agua). Un desnivel de un metro por un frente de 1 kilómetro y un par de kilómetros hacia atrás son 2 millones de toneladas. No es comparable con una ola superficial. El empuje de un tsunami, masa por velocidad, resulta arrollador.

Un tsunami, puede venir desde lejos o iniciarse cerca de la costa, una cuestión que involucra tiempos, distancias y profundidades, vale decir velocidad y potencia. Es eso precisamente lo que diferencia un tsunami de las olas de una marejada.

Una onda en el agua que se inicie a 5.000 metros de profundidad puede viajar hasta 800 km por hora, casi como un jet comercial. Cuando comienza a llegar a la costa se ralentiza. Por lo tanto, es importante saber qué tipo de fondo marino tiene la costa por la que pasará la onda. En Chile, por ejemplo, tiene 4.300 kilómetros de largo y sobre los 7.000 kilómetros de costas, todas con distintos comportamientos ante un tsunami. Por lo mismo las prevenciones y precisiones, son diferentes y en esto se requieran estudios más rigurosos.

Las olas superficiales del mar son producidas por los vientos y sus distintas frecuencias, una ola superficial en ondas sucesivas, como las que veo aquí en Concón, puede tener una ondulación de una altura de nodo a nodo de hasta 10 metros y distancia entre lomos de a 200-300 metros, se pueden desplazar entre 40 y 90 kilómetros por hora, de acuerdo al fondo de la playa. Estas olas se desgranan hasta tres olas sucesivas, (Concón tiene playa de tres olas) o en el caso de un fondo profundo, una sola ola cada cierto tiempo o período.

Sin embargo, un tsunami originado en las profundidades del mar, como por ejemplo un corrimiento de placas continentales sobre placas oceánicas, genera el hundimiento de un gran volumen de océano y luego un retorno de nivelación, que produce un desplazamiento de volúmenes enormes de aguas profundas con grandes períodos y largas distancias entre ondas, hasta tres o más kilómetros. Por ello los llamados “trenes de olas propios de los tsunamis” tienen tiempos distintos al oleaje común.

Lo importante aquí es entender que la cantidad de energía o cantidad de movimiento de estas enormes masas de agua a velocidades tan altas, que pueden tener poca altura, pueden penetrar bastante tierra a adentro. Una ola superficial grande puede llenar una playa, como en las marejadas, pero una subida de mar propia de los tsunamis puede avanzar kilómetros sobre cursos de agua o territorios relativamente planos, con un frente de agua de miles de toneladas a alta velocidad (1 metro cúbico es una tonelada de agua). Un desnivel de un metro por un frente de 1 kilómetro y un par de kilómetros hacia atrás son 2 millones de toneladas. No es comparable con una ola superficial. El empuje de un tsunami, masa por velocidad, resulta arrollador.

Por lo mismo, un tsunami puede tener sólo un metro o 3 metros de altura visibles sobre el agua, pero por una gran distancia de frente y hacia atrás, o sea un volumen notable de agua a velocidades muy altas. La velocidad es tal que, por ejemplo, atraviesan por mar desde Kamchatka, Rusia (terremoto a las 19:45 hora chilena) a Valparaíso en un día, 15:40 horas del día siguiente, vale decir recorrió 16.133 kilómetros en poco más de 20 horas. Calculando aproximadamente, lo hizo a 806 kilómetros por hora, a la velocidad de un jet de pasajeros.

Recordando a la inversa, a pesar de las advertencias, con el tsunami generado en Chile en 1960, murieron en Japón 122 personas que se acercaron a la costa a mirar una olita que se veía a lo lejos insignificante. Por lo mismo, la alerta de tsunami que se hizo en Chile por el terremoto de magnitud 8,8 en Kamchatka, esta última semana de julio, fue correcta en lo general, pero incorrecta en lo local (distintos fondos). Siempre es mucho mejor prevenir.

Por lo mismo, el límite seguro de 30 metros de altura sobre el nivel medio de las mareas no es tan preciso. Esto viene del gran tsunami del Océano Índico en 2004. Pero las alturas alcanzadas por las olas y la penetración tierra adentro (el “run up elevation” en la distancia alcanzada por la inundación), dependerá en cada caso del tsunami, del tipo de costa y la topografía del territorio.

Con atención a los registros del tsunami más grande del que tengamos marca en la historia del lugar, en la bahía de Lituya, en un fiordo de Alaska, por caída sísmica de millones de metros cúbicos al agua, se produjo una ola de 524 metros de altura. En Aysén el 2007 un sismo de magnitud 6,2 hizo caer un cerro al agua. El tsunami por remoción de masa levantó olas de 6 metros.

Chile tiene muchas ciudades costeras donde el crecimiento inmobiliario se ha desarrollado sin control ni planificación, con una memoria ciudadana demasiado pobre y una ambición inmobiliaria demasiado rica, sin ética alguna. Por dar un ejemplo muy visible, la ruta 5 entre Coquimbo y la Serena pasa justo hasta donde llegó el último tsunami grande medido el siglo pasado. Eso está indicado hoy en los planos de evacuación.

Con estudiantes de arquitectura USM medimos el tiempo necesario para salir de la playa más concurrida y alcanzar, a pie, la zona segura. Fueron entre 25 y 35 minutos, lo que indica que ante un tsunami de igual magnitud ojalá no mayor (20 minutos de espera) los ocupantes de la playa de Peñuelas, salvo los atletas, no tenían oportunidad de llegar a territorio seguro. De allí que solo quedaba la opción de la evacuación vertical hacia los edificios de la playa, que debiesen estar construidos para ello, soportar un tsunami, de ida y vuelta, con escaleras de fácil acceso, libres, amplias, con entrepisos libres y abiertos en el octavo piso (los famosos 30 metros que, ya explicamos, vienen de un evento en el Índico).

En Valparaíso la cota 30 está bastante cerca, y más de la mitad de la población vive arriba de la cota 50. La pregunta, para quienes están en el plan, es si hay escaleras y plazuelas o terrazas aptas para una evacuación de este tipo. En Viña del Mar la cosa es más difícil, dependiendo de donde están las personas, su edad y estado físico, ¿habrá edificios adecuados para la evacuación vertical?

En nuestro Departamento de Arquitectura UTFSM el Dr. Arquitecto Jorge León ha desarrollado metodologías, trabajos de medición, investigación y consultoría en este tema tan importante para nuestras ciudades costeras. Este artículo sólo pretende ser una columna ciudadana, por la necesidad de difundir cultura “tsunámica” hacia el habitante común y corriente.

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