Bashar al-Assad apostaba al caos para erigirse en restaurador del orden. Paradójicamente, el régimen que decía encarnar el socialismo nacionalista persiguió a nasseristas y socialistas, mientras su discurso conspiranoico atizaba la lucha sectaria. La primavera árabe se convirtió en Guerra Civil, con grupos armados controlando territorio sirio, de las cuales brotaría el Daesh (ISIS), así como la creciente intervención de potencias regionales y globales. Esta profecía auto cumplida oficialista incentivó más choques étnicos (árabes versus kurdos), religiosos (sunníes contra alauíes) y geo-políticos (pro occidentales y sus retadores).