¿Qué vendría después de la crisis? Las conjeturas de Gastón Soublette sobre la cultura alternativa y de Carlos Ruiz sobre democratización, libertad real e individuación

En la anterior entrega de “Interpretaciones sobre el actual estadio del capitalismo histórico” se resaltó el crítico análisis de Immanuel Wallerstein sobre el valor del PIB como medición idónea del desarrollo económico y social. Esta crítica refuerza nuestro interés en cuestionar la creencia en que la recuperación del crecimiento “as usual” es deseable y posible.

Ahora se presentan las visiones de Gastón Soublette y Carlos Ruiz, cuyos análisis de la crisis del sistema fueron calificados como radicales en la cuarta entrega. El radicalismo de sus propuestas nace de su ruptura con la ilusa búsqueda del retorno a la normalidad del sistema capitalista y de los socialismos reales, que tan conspicuamente ensalzaron los valores de la libertad e igualdad, pero que nunca lograron su realización histórica. Este fracaso es lo que Bobbio llamó “dos utopías puestas al revés”.

Para Gastón Soublette la salvación del planeta depende del advenimiento de una cultura alternativa

Crisóstomo Pizarro Contador
Director Ejecutivo del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso

Gastón Soublette sostiene que la única forma de evitar la extinción del planeta es mediante la adopción de una cultura alternativa. En 1983, en la ciudad de Toronto, se celebró el congreso plenario de la cultura alternativa, en el que se propusieron tres principios para alcanzar un mundo más humano que fuese capaz de sobrevivir en un planeta expuesto a una eventual extinción masiva. El primero de ellos es la “autorrealización”, esto es “la oportunidad de cada ser humano de desarrollar su potencial interior, realizando su esencia espiritual y asumiendo su unión con toda forma de vida, en un compromiso de responsabilidad y espíritu de cooperación”[1]. Los otros dos principios se centran en los valores de la comunidad y educación para la paz y solidaridad contribuyendo de este modo a la unidad del mundo.

Algunos preceptos del congreso consistentes con los tres principios y más opuestos a la cultura industrial tecnológica dominante fueron los siguientes: no lucrar; no tener metas precisas; y no publicitarse. No lucrar es una decisión voluntaria de cortar la dependencia de la conciencia de los bienes materiales. Estas actitudes sólo podrían surgir de organizaciones e individuos de la sociedad civil no vinculados a las esferas de poder privado o público.

No tener metas precisas ni publicitarse están en abierta pugna con las directrices que gobiernan las actividades de la industria, la economía y la política del modelo vigente. El no tener metas precisas tiene por objeto recuperar la actitud receptiva ante el destino, en la esperanza de que la vida muestre por sí misma las vías de su evolución natural, renunciando al ánimo de planificar y controlarlo todo. Estos preceptos “constituyen una especie de terapia que capacita a ciertas personas para desvincularse del orden imperante y asumir formas de vida congruentes con la virtud y la sabiduría”[2].

“La megacrisis, al ir debilitando los soportes de lo que hasta hoy se ha considerado como real y digno de crédito, nos permite asomarnos hacia un mundo que aún carece de forma precisa pero cuyo estado potencial despierta en ciertas personas la fuerte convicción de estar en las líneas de fuerza de lo que se está gestando, y eso no es más que una nueva versión del sentido…”. “Todavía es tiempo de reflexionar, creen algunos, para enfrentar lo que viene con una buena conciencia que nos proteja y nos libre de los peligros de una crisis que ya todo lo abarca. Como dice el refrán popular, todavía es tiempo de que abras tu ojo si no quieres que te lo abran”[3].

Para Carlos Ruiz se abriría una oportunidad para promover la democracia, libertad real e individuación

 El impacto del extremo desarrollo del neoliberalismo en Chile en el aumento de la desigualdad y la falta de libertad real podría dar paso a novedosas transformaciones del sistema. Estas se relacionan con la posibilidad de integrar las demandas dirigidas al cambio de la racionalidad económica del sistema con aquellas dirigidas al avance del proceso de democratización. El efectivo logro de esas demandas impulsarían la soberanía del individuo y el valor de la libertad plena declarado por la ideología neoliberal.

Hoy el movimiento de las mujeres es el que de manera más completa ha asumido el valor de la emancipación. El movimiento va más allá del economicismo y amplía las formas de confrontación con el poder vigente. El valor de la emancipación se trasforma en causa de la humanidad y por tanto asume dimensiones universales. “Esa universalidad […] las sitúa en una posición de avanzada en el enfrentamiento a las miserias materiales y espirituales que impuso la expansión neoliberal […] ahí anidan muchas de las trazas con que situar la voluntad por avanzar hacia un nuevo ciclo de luchas emancipatorias”[4].

“Un nuevo pueblo, ha despertado y, colosal, heterogéneo, pluriclasista, plurinacional y multicolor, abriendo la posibilidad de volver a dotar de sentido a viejos horizontes de libertad y de democracia, de expansión social e individual, de autodeterminación racional y deliberativa del futuro en que queremos soñarnos. Los confines así abiertos por este nuevo pueblo chileno remiten ya a horizontes de alcance universal sobre las transformaciones políticas, sociales y culturales del siglo XXI. Tal es la trascendencia del tiempo que vivimos”[5].

Las luchas de la mujer hoy se han revelado como una aspiración que va más allá de estrechos horizontes mercantiles y en su enfrentamiento al poder vigente representan la causa propia de toda la especie humana: es el clamor por una libertad material en todos los ámbitos de la vida social, y no tan solo los mercantiles. Los conflictos por una auténtica libertad requieren de distintos medios y su desarrollo es de larga duración.


[1] Soublette, G., Manifiesto. Peligros y oportunidades de la megacrisis, Santiago de Chile: Ediciones de la Universidad Católica de Chile, 2020, p. 77.

[2] Ibid., p. 78.

[3] Ibid., pp. 79-80.

[4] Ruiz, C., Octubre chileno. La irrupción de un nuevo pueblo, Santiago de Chile: Tauros, 2020, pp. 115-116.

[5] Ibidem.

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