Guerra, paz y moral universal

Si no fuese posible una razonablemente justa sociedad de los pueblos cuyos miembros subordinaren su poder a fines razonables, y “si los seres humanos son en gran medida amorales, si no incurablemente egoístas y cínicos, podríamos preguntarnos con Kant si merece la pena que los seres humanos vivan sobre la tierra”.

Una discusión sobre el desarrollo de un nuevo orden político global

Crisóstomo Pizarro Contador
Director Ejecutivo
Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso

Vivimos un estadio de desequilibrios caóticos cuyo más elocuente epítome es el horror de las guerras que actualmente tienen lugar en África, Asia, América, Europa, Medio Oriente y Oceanía. Dichos desequilibrios globales podrían dar lugar a un nuevo orden político mundial fundado en el “realismo político” conforme al cual la guerra ya no serviría para la imposición, preservación y expansión de estrechos intereses identitarios. Una pragmática comprensión de este estado de cosas haría inevitable pactar una nueva organización que eventualmente permitiera la subsistencia de esos intereses. Este es el caso de sistemas políticos y económicos sostenidos por regímenes dictatoriales, doctrinas religiosas y culturales comprehensivas que pretenden definir los proyectos de vida, los proyectos de “individuación” en el lenguaje de Jürgen Habermas, válidos para toda la humanidad. “Los otros que no son como nosotros no tienen lugar” en mi comunidad, rechazando de esta manera la diversidad y consecuentemente las libertades de las personas.

Para Habermas el orden político sustentado en la racionalidad “realista” es la negación del orden fundado en la razón comunicativa. Este es sustentado en una moral universal consensuada en una “comunidad ideal de comunicación” caracterizada por el predominio de los siguientes criterios: “emancipación, individuación y extensión de la comunicación libre de cualquier forma de dominación.” La “individuación”, no el individualismo, es un rasgo de la “conciencia moderna” que implica tres dimensiones básicas: la autoconservación, la conciencia de sí y la búsqueda de la “reconciliación”. La perspectiva utópica de reconciliación y libertad se basa en las condiciones mismas de la socialización comunicativa de los individuos y está ya inserta en el mecanismo lingüístico de reproducción de la especie

La moral universal supone el descentramiento de los límites espaciales y temporales de nuestra definición de la vida buena para llegar a convenir en una definición de lo que es bueno para todos. Esto es una definición de la justicia validada en virtud de la rectitud que todos le atribuimos.

Dadas estas condiciones, la moral está llamada a hacer valer la intangibilidad de las personas demandando respeto por la dignidad de cada uno e iguales derechos. Esta es la tarea de los principios de justicia.

La moral también exige la protección de las relaciones intersubjetivas de respeto recíproco mediante las cuales las personas se mantienen como miembros de la comunidad. Esto reclama empatía por el bienestar del otro, es decir la vigencia del principio de solidaridad.

Habermas alega que, en el núcleo de una moral universal, cuatro “vergüenzas político-morales” deberían formar parte de nuestra acción dirigidas a superarlas: 1. El hambre y la miseria del tercer mundo y la continua violación de la dignidad humana en los “Estados de no derecho” (en términos de Rawls estos serían los Estados criminales o proscritos); 2.El creciente desempleo y las disparidades en la distribución de la riqueza de la sociedad; 3.El riesgo de autodestrucción que el armamento atómico representa para nuestro planeta (a esto habría que sumar las armas radiológicas, químicas y biológicas); y 4. La vulnerabilidad de las creaturas sin capacidad de habla y lenguaje, como los animales torturados y los entornos naturales destruidos. La conciencia de esta realidad debería “poner en marcha” las intuiciones morales que el narcisismo antropocéntrico no es capaz de apreciar.

Los desafíos que la moral universal es capaz de relevar suponen el entendimiento de todos los sujetos con capacidad de habla y acción, y observancia de los siguientes requisitos: a todos los participantes se les conceden las mismas oportunidades para expresarse sobre materias controvertidas excluyendo el engaño y la ilusión.

 Entre estos participantes un lugar especial debería otorgarse a los más ofendidos y humillados por el sistema.

El Papel del juicio moral en la formación de las decisiones políticas

En el nuevo Derecho de gentes, John Rawls, al igual que Habermas, atribuye una gran importancia al juicio moral en la conformación de la “sociedad de los pueblos”. Eso es una utopía, pero es “una utopía realista”. Para definir los eventuales participantes de la sociedad de los pueblos distingue los siguientes: liberales, decentes, lastrados por condiciones económicas y sociales de larga duración, los criminales o proscritos y los absolutistas benignos. En los pueblos lastrados, las circunstancias históricas, sociales y económicas hacen difícil, si no imposible, alcanzar un régimen bien ordenado y estable, y tendrían el derecho a recibir asistencia por parte de los pueblos liberales y decentes.

Los Estados que se niegan a cumplir el derecho de gentes se consideran proscritos o criminales. Los Estados criminales justifican librar la guerra en la persecución de sus intereses “racionales, pero no razonables”. Los regímenes absolutistas benignos niegan a sus miembros un papel significativo en la adopción de decisiones políticas. En esta medida, tampoco serían “sociedades bien ordenadas”.

Si no fuese posible una razonablemente justa sociedad de los pueblos cuyos miembros subordinaren su poder a fines razonables, y “si los seres humanos son en gran medida amorales, si no incurablemente egoístas y cínicos, podríamos preguntar con Kant si merece la pena que los seres humanos vivan sobre la tierra”.

El juicio moral es un proyecto de construcción política que compromete nuestra participación política de hoy y el tono y la calidad de nuestras actitudes.

Rawls declara su “esperanza en que entre los pueblos decentes y liberales la paz y la justicia dentro y fuera de sus territorios” sea alcanzable.

El derecho de gentes “establece que un mundo como tal puede existir en algún lugar y en algún momento, mas no tiene que existir o que existirá”.

Rawls propone abandonar la noción de Estado con sus poderes tradicionales de soberanía y de los derechos de recurrir a la guerra y a la intervención, según sus intereses racionales, tal como aparecen en el derecho internacional positivo de los tres siglos siguientes a la guerra de los Treinta Años (1618-1648). La autonomía y poderes concedidos a los Estados serían nocivos.

La pura persecución de los intereses racionales excluiría la razonabilidad. De acuerdo con esos intereses, los fines del Estado hacen caso omiso del criterio de reciprocidad propio de la idea de justicia: “Si la preocupación del Estado por el poder es dominante y si sus intereses incluyen cosas tales como convertir a otras sociedades a la religión del Estado, ampliar su imperio y ganar territorio, obtener prestigio y gloria dinástica, imperial o nacional, y aumentar su fuerza económica relativa, entonces la diferencia entre Estados y pueblos es enorme”.

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  1. andrés Aguirre : Noviembre 2, 2023 at 6:53 pm

    “Si no fuese posible una razonablemente justa sociedad de los pueblos cuyos miembros subordinaren su poder a fines razonables, y “si los seres humanos son en gran medida amorales, si no incurablemente egoístas y cínicos, podríamos preguntarnos con Kant si merece la pena que los seres humanos vivan sobre la tierra”.

    Buen artículo Crisóstomo…y, definitivamente, no lo merece. Lo que merece -la humanidad- es que se la traguen los sabuesos del infierno. Ya lo dijeron los filósofos vitalistas y los poetas, que ven las cosas mucho antes.

    Un abrazo

  2. Crisóstomo Pizarro : Noviembre 3, 2023 at 8:59 pm

    Gracias por tus estimulantes comentarios,
    un abrazo

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