Recién comenzó el partido

Del desprestigio de los políticos pasamos al de la política, lo cual ya es grave, pero no hemos pasado al desprestigio de la democracia como forma de hacer política. Enhorabuena por ello, porque una pendiente resbaladiza como esa es muy peligrosa. Ahora los políticos, y en particular los partidos políticos, tienen una nueva y estelar oportunidad para reivindicarse ante la ciudadanía: tomarse en serio las postulaciones a integrantes de la futura Convención Constitucional

No es necesario recurrir al cliché de “fiesta de la democracia” para referirse al muy buen día que fue el 25 de octubre pasado para un país que no quiere olvidarse de su pasado, que permanece atento y activo a su presente, y que está también vivamente interesado en tomar las riendas de su porvenir. Funcionó ese día la democracia, simplemente, y con una alta participación ciudadana en medio de una devastadora pandemia mundial y local, lo cual prueba que el desprestigio de los políticos y de la política no se ha extendido hasta alcanzar a la democracia como forma de hacer política. La ciudadanía, especialmente los jóvenes, comprendieron muy bien lo que se jugaba ese día y el camino que luego de él podía o no abrirse para el país.

Agustín Squella N.
Profesor de la Universidad de Valparaíso. Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales. Socio del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso.

Del desprestigio de los políticos pasamos al de la política, lo cual ya es grave, pero no hemos pasado al desprestigio de la democracia como forma de hacer política. Enhorabuena por ello, porque una pendiente resbaladiza como esa es muy peligrosa. Ahora los políticos, y en particular los partidos políticos, tienen una nueva y estelar oportunidad para reivindicarse ante la ciudadanía: tomarse en serio las postulaciones a integrantes de la futura Convención Constitucional. Y la mejor manera de tomárselas en serio es eligiendo muy bien a los militantes que incluirán en sus listas e invitando también a independientes a esas mismas listas, y, desde luego, y esto último en el Congreso Nacional, aprobando las normas que faciliten las postulaciones de listas de independientes fuera de los partidos y con posibilidades incluso de hacer pactos con estos.

Es cierto que el país viene navegando con mar gruesa y que lo continuará haciendo por los próximos años, pandemia y crisis social y económica de por medio. La cosa toma de pronto ribetes de un auténtico temporal, pero la embarcación no sucumbirá. Se demorará, pero llegará a puerto, algo que por lo demás depende de nosotros mismos. El futuro de Chile no está escrito en el firmamento, ni estampado en algún libro sagrado, ni tampoco en la cabeza de uno o más de iluminados compatriotas que pudieran arrogarse la capacidad de conducirnos. Tal como quedó de manifiesto el pasado día 25, ese futuro está en nuestras propias manos y en la disposición a continuar participando no solo en protestas y marchas pacíficas, sino también en las elecciones a que nos convoquen. El sufragio es un derecho, eso ante todo, pero es también un deber; un deber, si no legal, político y moral.

A mí me impresionaron grandemente dos imágenes del domingo 25: la de Olga, una mujer de 100 años que concurrió a votar en Linares en una silla de ruedas que empujaba una de sus nietas; y Camila, que llegó a su local de votación en Temuco tendida en una camilla y cubierta por frazadas a raíz de una enfermedad degenerativa que la afecta.

Un país, por muchos que sean sus problemas, tiene que vivir con expectativas, y al revés de lo que se suele decir, si con ellas pudiéramos pecar de exceso eso sería mucho mejor que si lo hiciéramos por defecto y depusiéramos toda esperanza o cayéramos en ese cinismo posmoderno de algunos que creen que mostrarse escépticos es señal de una inteligencia superior, como si nos estuvieran diciendo que a ellos no les meten el dedo en la boca.

Aquí nadie está metiendo el dedo en la boca a nadie. Lo que metimos en las urnas fue votos, dos votos, uno a favor de una Convención Constitucional y el otro a favor de que esa tarea quede en manos de una instancia íntegramente elegida por sufragio universal.

Iniciamos un camino, o si se prefiere, sonó ya el pitazo inicial del partido, y lo que ahora tenemos que hacer es jugarlo lo mejor posible, todos, pero especialmente aquellos que en posiciones de poder –de poder político o económico- tienen una mayor responsabilidad en que las cosas en el futuro vayan lo mejor posible.

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Comments

  1. La democracia, bien lo sabe Don Agustín, habita principalmente en la praxis cotidiana. Todos los días debiésemos respirar una virtud que hasta ahora nos ha sido negada. Y esa deuda no quedará saldada hasta que la condición de vida en este país sea digna y respete la vida de todas, todos y todes. Le digo esto porque el desprestigio hacia lo democrático está y es muy evidente. Y los políticos de profesión se encargan cotidiana de continuar desprestigiándola. Y después buscan culpables.

    Habrá que llenar de contenido nuevamente una palabra que se quedó vacía (otra desaparecida más). Y sobre hechos concretos. El plebiscito del 25 fue una gran demostración de participación colectiva y popular, originada principalmente en un tipo de democracia que confronta a la que ha sido defendida hasta ahora por la institucionalidad neoliberal.

    Como usted dice, hay un camino extenso por recorrer. Y para hacerlo queriendo resguardar la democracia gran favor nos harían los políticos en tener un poco de humildad (valor nada apreciable en ellos) y dejar que los colectivos, territorios y militancias plurales sean las protagonistas. Un harakiri que seguramente funcionará a la chilena.

    Abrazo profesor.

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